Una de mis grandes inspiraciones para escribir son mis conversaciones con Aitor. Da igual que duren diez minutos que dos horas, casi siempre extraigo ideas sobre las que reflexionar. Me hace pensar, me plantea puntos de vista que no se me habrían pasado por la cabeza, alternativas. Tan es así que me ha «amenazado» con empezar a pedirme derechos de autor por ser generador de ideas para laColumnafucsia.
El otro día, no recuerdo a cuento de qué, me definió del siguiente modo:
“Vives en un permanente flashforward, eres una devoradora del tiempo, el presente se te queda corto, eres la antítesis de la nostalgia”.
No tenía suficientes emoticonos de WhatsApp para definir cuánto me gustaban y me sorprendían al mismo tiempo sus palabras, además de causarme cierta admiración por tener esa facilidad para describirme utilizando expresiones tan fuera de lo normal.
Apunté esa idea en mi cuaderno de las ideas, esperando a encontrar el momento en el que pudiera y supiera desarrollarla. Y fue el mismo Aitor el que me dio la pista para hacerlo.
Estábamos comentando lo curioso que es cómo determinadas personas parecen vivir siempre justo en lo contrario, en el recuerdo de experiencias pasadas. Sorprende observarlas cuando comentan situaciones vividas, cómo su cara al recordarlas se ilumina, parece que vuelven a vivirlas. Sin embargo, sorprende aún más que no quieran trabajar el presente para conseguir así que las emociones sean actuales, que sirvan de recuerdo para dentro de un tiempo.
Y el caso en concreto que sirve para que escriba estas líneas, el que motivó nuestra conversación, hace referencia a momentos buenos, divertidos, pero conozco otros casos en los que también es de aplicación, cuando el recuerdo incluso causa dolor. Me sorprende la capacidad que algunas personas tienen para recrearse en ellos y no querer pasar página.
Son personas diferentes a mí, tiene razón Aitor cuando me define con esa retahíla. A veces me cuesta disfrutar de lo que estoy haciendo, no porque no me esté gustando, sino porque la sensación de que se va a terminar me genera ansiedad y enseguida empiezo a pensar qué será lo próximo que haré para volver a sentir emociones. Paso página a veces demasiado rápido.
Siendo la situación ideal el punto medio, como siempre, y trabajando para poder acercarme a ese kilómetro 0, prefiero ser de los que viven ilusionados y expectantes por lo nuevo y por lo que vendrá. Soy más feliz así, me siento más plena, activa, me reconozco en mi inquietud y curiosidad innatas.
Permanecer en la nostalgia y los recuerdos más de lo necesario no es mi estilo.
Lo verdaderamente cierto es el ahora. Vivirlo de manera consciente y plena es el gran reto, sin fijarnos demasiado en lo que paso o en lo que vendrá.
¡Mindfulness! 🙂
Es que mira que me gustan los recuerdos, pero aborrezco que la gente viva siempre ensalzando el pasado y perdiéndose el ahora. Además lo hacen con recuerdos falsos, porque la mente es una gran mentirosa que hace que recordemos lo vivido de un modo totalmente distinto al que lo sentimos en su momento. Es fácil sentirse reconfortado con instantes sueltos de unas vacaciones o de una rutina que duró años y de la cual rescatamos cinco o cincuenta anécdotas reseñables, y pensar que el presente no nos hace sentir tan bien, pero es incierto, porque la realidad no son los pocos recuerdos a los que recurrimos para engrandecer el pasado, es un amasijo de sensaciones actuales que, en mi opinión, son más interesantes que la nostalgia.
Justo hace un momento, leí algo que va en la línea de lo que quieres decir. Era algo así que esa capacidad de recordar sólo la parte «bonita» de nuestro pasado es lo que permite que podamos continuar…
Mi amiga Mónica al verme el otro día agobiada con lo que me deparará el futuro m dijo que solo hay dos días al año en los que no puedes hacer nada: ayer y mañana.
¡Me encanta! Súper Mónica 😉