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Diario (breve) de mis vacaciones

04/10/2017 - Mis historias

Me reconforta la familiaridad de los lugares ya visitados, eso es lo primero que pienso al llegar a mi destino. No me he perdido por el camino, sé cómo será la habitación y me desilusiono ligeramente cuando descubro que la camarera del año pasado no trabaja este año en el restaurante. Soy de riesgos controlados, sí, definitivamente.

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Mientras esperamos para hacer el check-in conozco a un señor que vivió en Aluche. Su padre trabajó como jardinero municipal y cuando cumplió los sesenta y cinco cogió a su familia y regresaron todos a Logroño, su lugar de nacimiento. Allí encontró a la chica que después sería su mujer y tienen dos hijos. El mayor y el padre son del Madrid. El pequeño y la madre del Barcelona. Si me cuentan cosas qué le voy a hacer.

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Leo una entrevista a Ágatha Ruiz de la Prada en El Mundo después de comer: P.-«¿Cómo se las apaña para diseñar cuando está deprimida?». R.-«Gracias a Dios no me deprimo. No me recuerdo deprimida nunca. Este año, por ejemplo, he pasado momentos horribles. Pero en ninguno he estado deprimida». Un brindis por Ágatha.

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Me hago amiga de unos hermanos de Betanzos, Rodrigo y Javier, y de su primo Lucas, que vive en León. Son los tres originales y guapísimos. Propongo que Hugo se cartee con ellos durante el invierno. «Ahora hay tecnología, mamá», me reprocha mi hijo. Lucas no pronuncia bien la erre, pero tiene un desparpajo que hace que sea delicioso escucharle. Rodrigo, del que adivino que es bueno en matemáticas, me cuenta que tiene otro primo que vive en Madrid, «cerca del Santiago Bernabéu». Javier es generoso y casi me deja ganarle al ping-pong. Les acompaño a la playa, hay que buscar conchitas blancas y llenar un vaso de arena para una manualidad. Me convierto durante un rato en ayudante de monitora de tiempo libre y me lo paso mejor que Hugo.

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Nagore nos entretiene un rato haciendo como que hacemos pilates. Me cuenta que va a empezar un grado en Turismo a su vuelta a Bilbao, el 16 de septiembre. Mientras respiramos y estiramos escucho al padre de Logroño llamar a sus hijos: «¡Lucas, Mateo!». Qué nombres tan bíblicos para su descendencia.

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Me voy a andar. Refresco sitios durante la caminata al castillo. Llamo por teléfono y me río cuando me dicen que me parezco a la hermana mayor de Ranma.

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Entro en la habitación y me encuentro en el sofá a Hugo, Bruno y Maxime. De nuevo me sorprende lo grande que está el último. Dentro de unos años los míos estarán como su primo, pienso. Y de repente quiero que el tiempo se pare.

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A veces viene bien que a las chicas nos digan un «¡Tía buena!», eso es así.

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En el suplemento Babelia de El País, Leila Guerriero entrevista a Claudio Bertoli: «Me cago de risa cuando dicen: “¿Tú no tienes dignidad?”. La gente que habla de dignidad en el amor no tiene idea de lo que es querer a alguien». Por el señor Bertoli no sé si brindar.

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Me enamoro de Mary, la protagonista de Alguien. La echo de menos cuando termino la novela. «Ahora tienes que portarte bien», parece que me dice al cerrar el libro. Qué diferente suena esa frase dependiendo de quién la pronuncie. Qué bien lo cuenta ella.

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Me he comprado un bikini. Esto no sería algo destacable si no fuese porque hace más de diez años que no me pongo uno. Un brindis por mí.

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Bruno me confiesa de manera espontánea que una vez, cuando tenía cuatro años, me mintió. No recuerda nada más, pero promete que no volverá a hacerlo.

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A la vuelta de la piscina:
—Mamá, a lo mejor hoy tenemos de postre cruasanes de chocolate.
—Espero que no, porque si no me los como.
—¿Y por qué no quieres comerlos?
—Porque engordo y después me siento mal.
—Ninguna chica quiere engordar. No entiendo por qué.
—Bueno, a algunas chicas no les importa. Otras no quieren hacerlo por salud. Otras para gustar a los chicos.
—Qué extraño.
—Ya. ¿A ti te gustan las chicas delgadas o gordas?
—Me da igual, no sé.
—Bueno, lo importante es que sean guapas por dentro, también. Que se preocupen por su interior igual que por el exterior.
—Cómete el cruasán si lo hay.
—Te quiero.

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Mi PauPau llora al despedirse. Cuando la observo me acuerdo otra vez de la novela: «Alguien. Alguien te querrá». Siento unas ganas terribles de llevármela a casa. Hasta el año que viene, preciosa.

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04/10/2017 - Mis historias

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