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El síndrome de Amélie

16/09/2014 - Mis historias

Amélie es una película original, extraña, mágica, preciosa. La estrenaron en 2001, y me apeteció mucho verla desde que tuve noticias de ella.

El enfoque de la historia me resultó tan diferente a los habituales que a los pocos minutos ya estaba enganchada. El tratamiento de las imágenes, la estética… Todo me encantaba. Ella, tan curiosa e imaginativa. Con esos ojos que lo decían todo. Me sentía emocionada y expectante.

De repente, mientras todo el mundo reía por una escena, no recuerdo cuál,  yo empecé a llorar. Imagínate, una sala a mandíbula batiente y yo con mi pañuelo allí como disimulando, vaya plan. Lloraba sin entender qué me pasaba, y sin comprender qué era lo que a los demás les hacía gracia y a mí me causaba tristeza. ¿Qué me estaba pasando?

Pensando sobre ello días más tarde, lo definí como el «síndrome de Amélie»: querer ayudar a todos, estar pendiente de la felicidad y el bienestar de todos los que te rodean, aunque sean extraños. Amélie pensaba que su objetivo en la vida era ayudar y hacer feliz a los demás, daba igual si era el invidente que va a cruzar la calle, el pintor con los huesos de cristal aislado de la realidad, la estanquera hipocondríaca, el poeta que sueña con ver sus poemas publicados… (“La vida no es más que un interminable ensayo, de una obra que jamás se va a estrenar.»)

Pero, ¿quién se ocupaba de ella? Estaba tan acostumbrada a pensar en los demás que no era capaz de actuar buscando su propia felicidad, se conformaba con pequeños momentos. Nino era su hombre ideal, pero a pesar de sentir como sentía cuando estaba cerca de él, su miedo a pensar en ella misma era tal que la paralizaba. Fue el hombre de cristal el que comprendió que necesitaba unas palabras que la reconfortaran y empujaran a actuar. Le dijo:

“Verá, mi pequeña Amelie, usted no tiene los huesos de cristal, podrá soportar los golpes de la vida, si usted deja pasar esta oportunidad con el tiempo su corazón se ira haciendo seco y frágil como mi esqueleto. ¿A qué espera? ande, vaya a por él.”

Amélie fue la película que me hizo consciente de la necesidad de salir de la espiral que construimos o nos hacen construir, en la que parece que todo depende de ti, que si tú no estás para sostener a todos los que inevitablemente se unen a ti, todo se derrumbará.

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16/09/2014 - Mis historias

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Interacciones del lector

Comentarios

  1. Susana Galán dice

    16/09/2014 en 23:10

    La espiral de la que hablas, en la que creemos que todo depende de nosotros, creo que es algo inevitable, te lo da, sin querer, la responsabilidad de ir creciendo y de ir construyendo tu propia película, en la que tú eres la protagonista.
    Es bueno delegar y compartir pero complicado llevarlo a la práctica según qué carácter.

    Responder
    • MC laColumnafucsia dice

      16/09/2014 en 23:31

      Yo quiero ser la protagonista de mi historia, pero no quiero sentir que tengo que serla de la de los demás 😉
      Gracias comentarista número 1, nunca me fallas, muac.

      Responder
  2. Eu dice

    16/09/2014 en 23:51

    Creo q es un síndrome muy extendido…..¡¡¡a mi me pasa!!! Aunque lo mismo solo le ocurre a algún grupo de «tontos» que no viven pensando en el ego propio. Tan malo es uno como el otro…si ya lo decía Aristóteles «en el equilibrio está la virtud»

    Responder
    • MC laColumnafucsia dice

      17/09/2014 en 12:08

      ¡Se contagia con facilidad, es cierto! No creo que sea una cuestión de tontuna o egos… es cuestión de aprendizaje y educación, de aprender a poner límites y no sentirte mal si alguna vez no llegas a todo o/y a todos… Un beso súper mami.

      Responder
  3. Bra dice

    16/09/2014 en 23:58

    Me parece que esa espiral es una cuestión de educación, crecemos viendo que nuestras madres se han comportado así y tendemos a imitarlas para ser buenas madres, buenas amigas ,buenas esposas… buenas mujeres. Crecemos con la creencia de que una buena mujer debe procurar la felicidad y estabilidad de todos los que a rodean aún a costa de sacrificar la propia felicidad.

    Responder
    • MC laColumnafucsia dice

      17/09/2014 en 12:07

      Completamente de acuerdo contigo. No se puede decir mejor.

      Responder
  4. Criti dice

    20/09/2014 en 10:57

    Hola MC, antes que nada decirte que acabo de descubrir tu blog y me encanta como escribes.
    Yo a veces me he sentido al borde de un ataque de nervios al pensar que no puedo dar mas de si para que todos los que están a mi alrededor esten bien y no perjudicarlos. Necesidad de gritar y decir que también tengo necesidades!! Aun no tengo hijos, pero me ha tocado cuidar de mis abuelos y a veces.. uff!!!

    Responder
    • MC laColumnafucsia dice

      21/09/2014 en 22:11

      ¡Hola corazón! Qué alegría verte por aquí. Da igual si son hijos, abuelos, padres, hermanos, amigos… A veces no es tan fácil pero siempre hay algún límite que podemos marcar para no contraer «el síndrome de Amélie». Millones de besos.

      Responder
  5. Rita dice

    21/09/2014 en 22:35

    Me encanta¡¡¡¡ preciosa publicación.
    Propongo un reto: aprendamos a escuchar-nos, a sentir-nos, a valorar-nos, a querer-nos, así seguro que todo lo que demos es mejor y de mayor calidad, para nosotros mismo y sin duda, para el otro…..¡¡¡¡alguien se apunta¡¡¡¡

    Responder
    • MC laColumnafucsia dice

      21/09/2014 en 22:38

      ¡Yo la primera! Se me ocurre una idea… la comentamos el próximo día.

      Responder

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