Cuando tengo vacaciones me reconcilio con los libros. Para ser precisa, me reconcilio con el hecho de leerlos. Entre Netflix y el cansancio, durante el resto del año apenas tengo tiempo para leer. A veces encuentro algún libro que me engancha, en 2018 me ha pasado con Señora de rojo sobre fondo gris y Un mar violeta oscuro. Solo entonces consigo emocionarme lo suficiente como para vencer al sueño o al último capítulo de la última serie de moda.
En verano el idilio fue rotundo: (me) leí Un debut en la vida; Yo vivo; los tres volúmenes que componen Los gozos y las sombras; y El mismo sitio, las mismas cosas. Comparada con la lista de lecturas de Montano la mía no es nada del otro mundo, pero me sigue emocionando comprobar que me gusta leer.
Ahora tengo otra semana de vacaciones, y ya han caído el primero de la saga del Departamento Q, La mujer que arañaba las paredes y Freddy el político.
Freddy el político es un libro taaaaaan precioso. Es un cuento, escrito por Walter R. Brooks, editado por Turner, con unas ilustraciones taaaaaan preciosas. La historia cuenta cómo todos los animales que viven en una granja deciden organizarse política y económicamente. Freddy es el único animal que sabe leer y escribir. También es detective y poeta. Y un cerdo. A cada página, una carcajada o una reflexión. Por ejemplo esta:
—¡Silencio! -gruño Freddy-. ¡Silencio! ¡Callaos! ¿es que no lo veis? ¿No veis lo que va a pasar? Jinx votará a Jinx, Charles a Charles, Alice a Alice, y así todos. Solo conseguiremos entre uno y tres votos cada uno. Las ratas votarán por Simon todas a una y lo elegirán. tenemos que ponernos de acuerdo. No quiero decir que Alice, Jinx, Charles o cualquier otro de los presentes no pueda ser buen presidente. Creo que cualquiera de los antiguos haría un buen trabajo, pero no podemos salir todos elegidos. Tenemos que ponernos de acuerdo en un solo candidato.
También me gusta esta sentencia:
A casi todos los valientes les pasa lo mismo que a Jinx: son valientes porque les asusta tener miedo.
Y termino con este pasaje:
—Todos los que estáis aquí sois amigos míos -dijo- y entre amigos no hacen falta muchos discursos. No sé si seré una presidenta extraordinaria, pero lo haré lo mejor que pueda. -Y se retiró.
El viejo Whibley abrió los ojos de par en par y asintió con satisfacción.
—Inteligente discurso -dijo.
—De inteligente nada -replicó la señora Wiggins-. Es solo la verdad.
—Por eso es inteligente -contestó el búho.
El cuento tiene moraleja: la política y los asuntos de una granja se parecen más de lo que creíamos.
¡Dejo de escribir y sigo leyendo!
Abrazos.
Deja un comentario