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La fauna playera

12/08/2015 - Mis historias

Se acaban mis vacaciones en la playa, al menos las del 2015. Este año no me quejo, he ido todos los días a darme un chapuzón y me he puesto vuelta y vuelta todo lo que he podido. También he intentado encontrar trabajo en el Puerto de Mazarrón haciendo trencitas de colores, pero no había ningún puesto libre. Así que, irremediablemente, tendré que volver el sábado a Madrid. 

Además de tomar el sol, mirar al horizonte y enterrarme en la arena, hay una cosa que me gusta mucho hacer en la playa, que es observar a las personas que están a mi alrededor. Ayer me lo recordó Ángeles Caballero (¡gracias por la inspiración!) en Twitter:  

Angeles Caballero

Sin más preámbulos, comparto contigo la descripción de mi fauna playera o, por lo menos, de la que hay en la playa de La Azohía, donde he estado veraneando. A ver si coincide con la tuya.

La familia unida, jamás será vencida (o jamás tendrá mal sitio en la playa, dicho de otro modo)

Estás tú tan tranquila mirando al infinito con cara de «qué más puedo necesitar» cuando, de repente, sientes como si las tropas aliadas estuviesen desembarcando en Normandía. Dos hermanas, sus maridos, el hermano soltero, cinco niños de edades comprendidas entre 15 meses y 8 años, el abuelo, todos ellos perfectamente capitaneados por la abuela. Llegan a la playa, se hacen hueco donde sea, primera línea siempre, por supuesto, y montan su chiringuito en nada y menos: su pérgola, sus sillas y sus mesas plegables… El despliegue es espectacular, yo no creo que fuera capaz de organizarme como ellos. Y lo primero que hacen, fíjate tú, no es correr a meterse en el agua y refrescarse después de llevar a cabo tal operación de infantería, no. Lo primero que hacen es sacar una cervecita fresquita de la nevera con unas aceitunas. Y yo pienso  «joer, qué cracks, a lo mejor si me acerco a preguntar la hora igual me invitan a una». Un brindis por estas familias, por favor, me declaro fan, muy fan.

Las amigas de toda la vida

Una pareja de amigas que ronda ya la cuarentena, amigas desde la adolescencia. Las dos con sus pamelas de 2€ de Primark. Y con unos bikinis de neopreno y colores ácidos, que este año es lo que se lleva. Blancas, muy blancas. Apenas hablan, de lo concentradas que están intentado coger todo el sol de la playa para ellas. De vez en cuando consultan el teléfono. Supongo que buscando algún mensaje o algún “en línea”, vete tú a saber. Ánimo, chicas. Un brindis por vosotras también.

La parejita

No sé si están casados, si no, están ahorrando para hacerlo por todo lo alto en el 2017. Puntualmente ella, todas las mañanas, le da a él un vaso de gazpacho de Mercadona, a eso de las 12:45h. Mientras él se lo bebe no puede evitar mirar al chiringuito más cercano, con cierto aire de tristeza resignada. Me entran ganas de decirle «venga chaval, díselo, dile que la invitas a una cerveza con unas bravas». Pero no, nunca pasa, no se atreve. Se bebe su gazpachito y le renueva la crema a su chica. Al agua después juntos. Todo juntos. Un brindis por él.

Los amigotes

Dos chicos. Ya criaditos, eh, no hablamos de adolescentes. Esa pareja de amigos que no quiere la primera línea de playa, cuanto más lejos de ella mejor. Creo que lo hacen porque no quieren molestar, saben que al sol destilarán aún más alcohol del que han bebido la noche anterior. Con gafas de sol molonas, algún tatuaje, y cara de «uf no puedo con la vida». Inconscientes, que sois unos inconscientes. Que venís sin sombrilla ni nada, sólo con la toalla y el paquete de tabaco. Por ellos no sé si brindar.

Los abuelos

En mi playa hay un matrimonio de personas mayores que no falla ni un día. Están siempre en el mismo sitio. Da igual a la hora a la que llegues. Allí están. Incluso algún día te dices «hoy me voy 500 metros más allá, seguro que no me los encuentro». Ajá, te equivocaste. Vuelven a estar, sentaditos en sus sillas plegables de rayas azules y blancas. Los dos debajo de su sombrilla, ella haciendo autodefinidos y él leyendo el Marca. No hace falta hablar. Ya se tienen todo muy dicho. Brindo con ellos por haber llegado hasta ahí.

La familia enfurruñada

Otro matrimonio, pero este algo estresado. Se dicen mucho lo de «cariño« y «amor« pero, por el tono y las miradas, no parece que se quieran mucho ni que se tengan mucho cariño, la verdad. Normalmente sus conversaciones suelen ser de esta índole:

Ella: «Cari, ínflale los manguitos al niño»

Él: «Dónde están los manguitos, amor»

Ella: «Pues dónde van a estar. Anda cari, trae, ya lo hago yo. Niño, no te vayas todavía al agua que no te he puesto la crema»

Mientras piensan que es el último año que vienen de vacaciones a la playa, que mejor se quedan en la piscina de la urbanización, se meten todos juntos al agua. Incluso hay unos segundos en los que parece que están disfrutando. Pero en cuanto salen, él se enciende un cigarro y ella le mira con cara de vaya ejemplo, está bien, me pondré yo a hacer castillos en la arena con el niño. Brindaré por ellos…

La pandilla de amigos

Chicas y chicos jóvenes, de entre 20 y 25 años. No hay más qué decir. Brindo con ellos todas las veces que haga falta. Qué felicidad.

La familia extranjera

Aquí en La Azohía sobre todo son franceses. Y no deben tener nada especial, pero como mi familia es mixta (Francia-España) y además yo sufro una especie de enajenación mental transitoria cuando me encuentro con extranjeros, no puedo quitarles la vista de encima. Todo me parece interesante: a ver qué hacen. A ver qué dicen. Envío a mi hijo pequeño a que se presente a su hija y así ver si, haciéndose amigos ellos, nos hacemos amigos los mayores. No suele suceder, creo que desconfían de tanta efusividad. No necesitan sociabilizar ni les intereso, en definitiva. Brindo sola.

La familia perfecta (normalmente pija)

Después de la familia del desembarco, ésta es la que más se merece mi admiración. Cada uno de los miembros de la misma (suelen ser dos adultos y dos niños, a veces hay un tercero) lleva cada día un traje de baño distinto. Si me apuras creo que hasta llevan uno por la mañana y otro distinto por la tarde. Y por supuesto, los niños se van a casa con su bañador seco de cambio. Ah, sí, los bañadores de los peques van conjuntados.  Reconozco que, en mis inicios en esto de la maternidad lo intenté, intenté crear una familia pija y perfecta, pero después comprendí que era demasiado cansado estar en vacaciones pendiente del estilismo y desistí. Bañadores de marca, toallas nuevas, caftán y gafas del Instagram de Paula Echevarría. Súper morenos. Impecables. Esta vez brindo yo por ellos. Seguid así chicos.

Podría continuar y describir al que se pasa toda la mañana buceando, a la que se recorre la playa caminando por la orilla tres o cuatro veces… pero me he pasado con creces de las 1000 palabras y después te cansas y no me lees, suponiendo que hayas llegado hasta aquí.

¡Me voy a la playa!

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12/08/2015 - Mis historias

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Interacciones del lector

Comentarios

  1. Sechu dice

    12/08/2015 en 16:22

    Plas, plas, plas (aplauso) Como me he entretenido leyéndote, era como si lo estuviera viendo y sobretodo con el sentido de humor que le das. Los franceses se lo pierden si su hija no se hace amiga de tu hijo, ja, ja, ja.
    La fauna playera está muy bien representada, muy variopinta y lo de la sempiterna parejita de viejecitos es de película (Olé por ellos, cuando veo dos viejecitos juntos siempre pienso lo mismo, que han triunfado en la vida). Te ha faltado lo de la novata buceadora mirando el horizonte como Roy Scheider en Tiburón. 😉

    Responder
    • MC laColumnafucsia dice

      17/08/2015 en 15:52

      ¡Jajajaja! Pues pensé en retratarme a mí misma, pero ya estoy muy vista 😉
      ¡Gracias por tu comentario! Y perdón por el retraso en aprobarlo, ahora que ya estoy de vuelta a la «civilización» tengo mejor cobertura.

      Responder

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