Escribe Norma Brutal en una de sus columnas que su madre le dijo una vez: «Te pasas de maja y confundes». Lo escribe después de contarnos que un taxista quiso pedirle el teléfono al acabar la carrera durante la cual ella le contó su vida.
Esto de pasarse de maja y confundir es una de las historias de mi vida. Aquí continúa peliculeando Emecé, que se pasó de maja y confundió, pediré que pongan en mi epitafio como si de la bio de Twitter se tratase. Ser maja es una virtud y una cruz al mismo tiempo, algo parecido a un peaje que pagas cuando te relacionas con los demás. Los que son huraños y desagradables se evitan el coste, ellos sí que no confunden a nadie ni aunque se pasen.
Sigo haciéndome mayor y continúo sin entender por qué a algunos les resulta tan difícil comprender algo tan sencillo. Ser maja es solo eso: ser simpática, agradable y considerada. Sonreír a menudo, intentar llevar el día de la mejor manera posible, prestar atención a los demás. Ser maja es saludar personalmente a todo el que se cruza por tu camino cuando vas a rellenar la botella de agua en la oficina, decir gracias y por favor, saber escuchar y abrazar y besar mucho. (¡Y olé!)
Ser maja no significa ser tonta ni desconocer lo que una quiere y hasta dónde lo quiere. Supongo que aquí está la clave del asunto: algunos creen que por ser risueña y alegre no conoces los límites de las diferentes maneras de relacionarse. Igual, no sé, no quiero no ser maja ahora, pero a lo mejor esos algunos se confunden porque los que no tienen esos límites claros son ellos.
Mi madre, a diferencia de la de Norma Brutal, nunca me ha dicho que me pase de maja y confunda, aunque intuyo que lo piensa. En cambio, una vez conocí a una persona que lo hacía cada vez que podía. Una de sus frases favoritas era: «eres demasiado expansiva y claro, después te toca tener que parar los pies. Solo digo que si no lo fueras tanto, no tendrías que llegar a hacerlo». Si se da A, entonces pasará B. Así que si no haces A, no sucederá B, sentenciaba.
Se le escapaban un par de cosas, sin embargo: en primer lugar, B no necesita siempre de la presencia de A para tener lugar. En segundo lugar, no se trata de que Norma Brutal y yo hagamos A, es que somos A. Tanto lo somos, que se nos nota cuando no queremos serlo.
Eso sí tenemos que hacerlo, aunque nos cueste.
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