Durante uno de los partidos de la liga de Hugo, Susana, la hermana de otro de los aspirantes a futbolista del equipo, me dijo, muy seria ella:
—Estos calcetines me dejan marca, mira, ¿lo ves?
En efecto, los calcetines que llevaba, de esos calados y blancos, le dejaban pequeñas marcas, una por cada agujerito. Susana las observaba con atención, preocupada, pero también con aire de suficiencia, pues había previsto que eso iba a suceder: le dije a mi madre que no me pusiera estos calcetines.
Pensé en cuáles son mis marcas, esas a las que no presto demasiada atención, pero que están ahí. Más o menos profundas, algunas llegaron hace poco. Las hay que insisten en quedarse aunque las frote con el dedo intentando que desaparezcan, como hacía Susana con las suyas.
Una canción que suena de repente al conectar la radio del coche; una foto que se asoma cuando estás aburrido y echas un vistazo al carrete del teléfono; un libro con dedicatoria que se cae de la estantería, todo es susceptible de traer una marca al presente.
Mientras Susana terminaba de escudriñar su cuerpo en busca de otras marcas, me pregunté si somos conscientes de las que hemos grabado en los demás.
Esas son en realidad las que importan.
Deja un comentario