Una comida con compañeros de oficina en diciembre de hace muchos años. Bueno, en realidad nueve años, que no soy tan mayor. Yo, que soy muy de listas y de propósitos, formulo en voz alta una pregunta típica: ¿cuáles son vuestros propósitos para el nuevo año?
No recuerdo la respuesta de mis compañeros de mesa. Pero sí que me acuerdo de uno de los míos, el que en ese momento más quería lograr: romper la amistad con algunas personas. Puede parecer un propósito así como muy… ¿tajante? No podía ser de otro modo, estaba agotada. Estaba deseando soltar lastre, vaciar mi mochila de malas energías, de personas que no me aportaban nada, que sólo se entretenían en cotillear, inseguras, que juzgaban todo y a todos…
Puede parecerte una decisión demasiado difícil de tomar. En el momento se pasa mal, no es que una se levante un día por la mañana y diga, ya está, hoy dejo de ser amiga suya. Soy una persona impulsiva, pero no todo lo hago por impulsos. Cuando tengo que decidir algo un poco fuera de lo normal se me nota en el carácter porque estoy más seria de lo habitual, menos parlanchina… Estoy dándole vueltas, pensando, analizando.
Eso sí, cuando tomo la decisión, no hay marcha atrás. Y no me arrepiento. Al contrario, me siento liberada.
A lo largo de mis treinta y ocho años he decidido desaparecer de la vida de personas que no me aportaban nada. Ninguna me ha preguntado nunca por qué lo hice. Se lo agradezco, porque no me habría resultado fácil explicarles por qué restaban en vez de sumar.
Es muy cansado estar al lado de alguien que solo critica. Que todo lo analiza y lo interpreta como un ataque hacia él mismo. Alguien a quien no le agrada que conozcas a nuevas personas, que amplíes tu círculo de amistades, que te rías con otros, que te hace sentir mal por decidir prestar atención a alguien que no sea él mismo.
No soporto la crítica porque sí, ni las ganas de estar mal gratuitamente, ni enfoques dañinos, ni actitudes desganadas. No me dio pena desvincularme de estas personas, una vez asumido que lo que me podían dar yo no lo quería, fui práctica. Hice una foto nueva de ese momento, consciente de que tampoco duraría para siempre. Pero sin tristeza. Al contrario, alegrándome por ser capaz de decidir quién me acompaña, agradecida por los que lo hicieron en el pasado y por lo que me enseñaron. Y esperanzada e ilusionada por los que lo harán en el futuro.
No viene mal de vez en cuando echar un vistazo a lo que llevamos dentro de la mochila.
Cuanto mas liviana lleves la mochila, mas disfrutaras de lo que te ofrece la vida. Besos MC, me encanta tu columna, la llevo siempre en mi mochila!
Gloria
Es verdad Gloria. Pero no todo el mundo te entiende cuando actúas así. Es curioso. Muchas gracias Gloria, tú también vas en la mía 🙂 Un beso enorme.