Un día decidí que quería cambiar la decoración de mi dormitorio. El color de la pared del cabecero y las caídas de las cortinas ya no me gustaban y también necesitaba una estantería nueva.
Como el dinero no me sobra, pensé que sería buena idea vender antes de comprar. Así que me registré en Wallapop, y subí mi primer anuncio:
MESA AUXILIAR 15 €
Mesa auxiliar pequeña de cristal y metal. Ayuda a crear ambiente de manera ligera, porque visualmente apenas ocupa espacio. Altura: 50 cm. Diámetro del cristal: 40 cm.
En un par de días se pusieron en contacto conmigo para comprarla. La venta se concretó en apenas unas horas y el comprador resultó ser un antiguo vecino de mis padres.
Animada ante tan exitoso comienzo, puse otro anuncio:
COLCHA / EDREDÓN 50 €
Colcha para cama de 150×200. Colores: morado, gris plateado y negro. Los cuatro cojines están incluidos. Posibilidad de cubre canapé morado si lo necesitas.
La compró Susana, una señora encantadora, entusiasmada por lo bien que le venía la colcha para su segunda residencia.
Dos anuncios, dos ventas. Ganaba dinero y hacía feliz a la gente: estaba haciendo realidad el sueño de mi vida.
Poco a poco pasé de habitar mi casa a contemplarla como un desván repleto de objetos de los que deshacerme. Puse más anuncios, vendí cosas que jamás pensé que alguien quisiera tener. Atesoro (aún sigo vendiendo todo lo que pillo) los beneficios en una cajita que desde la venta de la mesa auxiliar es conocida en mi familia como «la cajita de Wallapop».
A medida que avanzaba mi trayectoria como comercial, más me acordaba de lo que la osteópata que trató a mi hijo mayor recién nacido me dijo en una de las consultas: «Los hijos son lo que ven, no lo que les dicen». No podía evitar envanecerme como madre ante el mensaje que estaba enviándole a mis vástagos: hay que ser pacientes, trabajar hoy para obtener mañana, esforzarse.
Cuando ya pensaba que esta era la moraleja de la historia, una conversación con mi padre añadió un punto de vista sutil y extremadamente valioso. Le comenté que Anselmo, mi frutero, me había hecho notar que, según él, las prioridades de las parejas que empiezan a vivir juntos en la actualidad han cambiado. «Antes te ibas a tu pisito, solo tenías un colchón y una mesa con dos sillas. Con suerte, una tele vieja que era de tu suegra. Y luego, poco a poco, con trabajo, ahorrando, esforzándote, ibas comprando el sofá, el dormitorio… Ahora tienen la casa amueblada, dos coches y un iPhone de mil euros cada uno». Mi padre confirmó que efectivamente él también empezó así. También me confesó que a veces se paraba a pensar si vivía para trabajar, pero que sabe que no fue así, porque gracias a todo lo que trabajó pudo amueblar su casa, educar a sus hijos, atender a su familia. Me dijo que su ilusión era trabajar, para luego añadir: «Como tú con el Wallapop ese, que vas poquito a poco, y mira qué contenta te pones cuando vendes algo, porque sabes que dentro de un tiempo podrás comprarte el horno que quieres, porque lo que cuenta es la ilusión, y es importante tener ilusión».
Publicado en ÇhøpSüey.
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